Ciclo Agrario y Cosmovision Campesina
Aquí les traigo un rombón de versos
A través de la historia de la humanidad, los pueblos han sentido la necesidad de expresar los sentimientos que sus experiencias vitales les han provocado. Antes de la palabra, los seres humanos se comunicaron corporalmente a través de gestos, movimientos, imitaciones de otros seres vivos y muchos recursos más que les posibilitaron volcar sus emociones como el miedo, el dolor, la alegría, etc. Cuando apareció la palabra, la comunicación se enriqueció y se desarrolló profundamente hasta plasmarla artísticamente. Surgió entonces la poesía como vehículo universal, permanente y fundamental, que en el tiempo ha permitido conocer las motivaciones de vida de distintas culturas, comunidades e individualidades.
La poesía tradicional es una fuente reveladora de los sentimientos de una comunidad. Dicho de otra manera, la poética transmitida de generación en generación es un vehículo que da cuenta de la manera en que los pueblos van dejando bellamente expresadas las distintas emociones propias de la vida, producto de sus experiencias. En la cultura tradicional campesina, han sido las cantoras quienes, indudablemente, han heredado, mantenido y transmitido un nutrido repertorio de versos que han reflejado los sentimientos más importantes de las comunidades: el amor, el dolor, la fe, la picardía y tantos otros.
Por ejemplo, una bella forma de expresar la pérdida del amor, es a través de los versos de una tonada, recogida a la señora Carlina Vega:
Yo también tuve una flor
de mi mano fue primera
no me queda ni un dolor
que otra la goce postrera.
Con una profunda belleza y finura, los versos de la poética campesina en la voz de la cantora María Andrade, retratan la imagen de un niño fallecido, menor de siete años:
Que glorioso el angelito
clara luna cuando asoma
su pelito trenza de oro
su cuerpo es una paloma.
El afecto a todos los seres vivos que nutren la naturaleza también se vive a través de la poética campesina. Los versos de una tonada escuchada en la voz de la señora María del Carmen Leal, nos dicen:
Yo tuve dos mariposas
las cuidaba con amor
y en mi florido jardín
volaban de flor en flor.
Por su parte, la fe expresada poéticamente en una tonada de la señora Ester Díaz, expresa:
Quien ha visto por aquí
una estrella relumbrando
Jesucristo anda perdido
la Virgen lo anda buscando.
Tanto la tonada como el vals y la cueca, son ritmos que enlazados con los versos traducen estéticamente aquello que se quiere decir:
Que te estai pensando ingrato
que por ti voy a llorar
te advierto que soy soltera
y amores me han de sobrar.
Tanto que hablan de mí
que estoy por volverme loca
cuando están en esa gracia
no torcérseles la boca.
Junto al cancionero tradicional, los brindis son versos que se “dicen” para acompañar fiestas y comidas familiares o comunitarias. Ejemplo de ello:
Aro, aro, aro…
Hoy estamos reunidos
en torno de esta mesa
yo pido que con franqueza
brindemos todos unidos.
A la concurrencia pido
con respeto y con agrado
brindo por los desposados
que vivan siempre felices
que coman hartas perdices
y patos escabechados.
Yo también voy a brindar
y en cualquier parte yo brindo
porque soy roto chilen
ni pariente de los gringos.
Soy obrero de Los Guindos
pa’ trabajar en la pega
yo tomo de la bodega
el vino por damajuana
y brindo por casarme este año
con una niña e’ Santa Juana.
Pero no sólo es a través de la poesía que se vuelca el sentir campesino. El lenguaje cotidiano se nutre de bellas imágenes que nos llegan de muchas de las conversaciones sostenidas a lo largo de los años. La señora Martina Escobar de la comuna de Hualqui, en medio de su huerta tenía un bello jardín de flores de pensamientos. Allí nos contaba:
Cuando tengo pena o preocupaciones me vengo a conversar con los pensamientos. Me gusta venir porque parece que fueran caritas de niños y el corazón se alivia”.
En alguna oportunidad, estando perdidas en los caminos de Quinchamalí, consultamos a una señora por la persona que buscábamos y ella nos respondió: “Siga no más. Andando se encuentran flores”.
La señora Basilia Alarcón, refiriéndose al almuerzo que hizo y donde no llegó ninguno de los comensales esperados, nos decía: “Me florecí haciendo un almuerzo sin destino”.
Estas frases y tantas otras que habitan el cotidiano de las familias campesinas, nos reflejan un lenguaje siempre conectado con la naturaleza y la afectividad, como parte de una fina cultura.
Los nombres de las yuntas de bueyes ofrecen también la posibilidad de entregar pensamientos, picardía y sentires. Ambos nombres se complementan formando una sola frase, como, por ejemplo:
Se llama – Lucero
Me voy – Contigo
Ven – Pronto
Noble – Corazón
Soy – Chileno
Te fuiste –Corazón
Tengo- Media vara
Negro – Lo tengo
Las adivinanzas, a su vez, son versos de carácter colectivo. Debe haber por lo menos dos personas para que puedan completarse. Una persona la dice y los oyentes deben tratar de adivinar la incógnita. Las adivinanzas forman parte de reuniones, fiestas, velorios, u otros momentos familiares. Aquellas pícaras con un doble sentido son las más populares en el mundo campesino, si bien no dicen nada explícito y su significado no es aquello que se piensa:
Fui y volví
y la puntita no más metí
(El arado)
A veces le achunto
otras veces
no le achunto
(El emboque)
Pasa río y pasa mar
no tiene boca y sabe hablar
(La carta)
Un torito a la orilla ‘e una barranca
pega una corneá y arranca
(La ola de la mar)