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Ciclo Agrario y Cosmovision Campesina

Cada oficio con su trinar

Los modos en que los pueblos dialogan con sus entornos se arraiga en las especificidades que cada uno de ellos ha tejido con su historia, haciendo práctico un conjunto de conocimientos y saberes que desde la oralidad se traspasan de generación en generación, reactivándose cotidianamente y configurando una memoria colectiva que da sentido a la identidad y a la existencia en comunidad. 

 

Desde el trabajo en la tierra y la relación tejida con bosques, cursos de agua y otros paisajes, las familias campesinas alimentan una multiplicidad de oficios que desde este lenguaje rebasan lo estrictamente agrícola, conectándose también con la salud, la poética, la artesanía, la religiosidad, y muchos otros aspectos cotidianos y trascendentes de la vida.

Pese a que la tradición oral es, en palabras de Nestor Ganduglia (2013), un universo comunicacional de saberes virtualmente ignorados por la modernidad, las comunidades rurales han preservado esta forma de acercarse al conocimiento especializado, como parte de un proceso de aprendizaje empírico cargado de afectividad y emocionalidad. En cada oficio heredado se gesta la interacción de un ser, un saber y un hacer particular, que dialoga con otros oficios y que hacen de ellos una forma de situarse en la vida, a partir de experiencias vividas en el espacio de origen.

Prácticas como el santigüerio, la tiradura de empachos, la asistencia de partos, el canto, los rezos y muchas otras expresiones del conocimiento tradicional, se sintetizan en el saber-hacer de mujeres y hombres reconocidos por el consenso colectivo, a través de los cuales se favorece la recuperación de las almas y los cuerpos enfermos, se favorece el encuentro festivo, se contribuye a la búsqueda del destino de quienes han dejado este mundo y, en definitiva, se propicia la continuidad de la existencia.

 

La señora María Orellana, cantora, rezadora y partera de la comuna de Pelluhue en la Región del Maule, en el año 1997 nos comentaba acerca de este último oficio:

Yo hey saca’o más de cien chiquillos, ya ni me acuerdo cuántos, pero harto niño. Fíjese que yo hasta de pie nacía a los niñitos. Todo depende de la que la mejora, hay que saberlo hacer sí, no cualquiera puede hacerlo, tiene que tener su gracia también, no todas las personas saben estas cosas. Güeno, y va en la fuerza también, en la fuerza de uno, en la valentía, porque si uno no es valiente pa’ eso, no puede hacer nada. Yo no tenía oraciones, nada, nada, a manito limpia no más. Y no me costó porque cuando uno confía en Dios, la ayuda mucho.

Testimonios aprendizaje cantoras
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Al consultar por qué había dejado de oficiar de partera, nos explicó:

No le digo que fue por cusa que me dijeron que yo había venido de propio a mejorar a una señora, cuando había dónde mejorarla. Y después me dijeron que me iban a mandar presa porque las señoras tenían donde mejorarse y que yo de propio andaba en las casas naciendo chiquillos. De entonces, no. Después cuando me venían a buscar decía que no, que había donde irse después.

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Por su parte, la señora Rosa Hernández, afamada cantora campesina de la misma comuna, en su testimonio entregado en 1996, manifestaba el sentido colectivo y solidario de este oficio:

De aquí es cierto que soy la mejor cantora. Bueno, eso es lo dice la gente porque yo no me escucho na’ lo que canto. Aquí yo canto, pero no soy cantante escribana, como ir y escribir o que vaya a grabar un mexicano grande con eso. No, no se hace. La cantora no hace eso. Por eso que la cueca se toca y se baila así no más, por puro divertir, pa’ que se divierta la gente. Y canto de todo, hasta que me canso, me aburro cantando.

Son estos oficios y sus saberes una expresión del lenguaje con el cual se teje el vínculo indisociable entre el entorno y la comunidad. Artesanos, tejedores, loceras y ceramistas profundizan en el conocimiento de las materias primas nobles como la greda, la lana, el cuero, las fibras vegetales y la madera, que dan vida a materialidades únicas en cada localidad. Por su parte, criadores, huerteras y agricultores reproducen el ciclo de la vida que permite la subsistencia, mientras que narradores, poetas, cantoras y rezadoras, alimentan el alma desde una dimensión mágica, sin para ello necesitar de la escritura.

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Este trabajo de locera es muy antiguo acá en Pilén. Yo era chica cuando me contaba mi abuelita como había empezado. Resulta que un día una niña de acá acompañó a su papá al campo. Mientras el trabajaba la tierra, ella se sentó al lado de una vega en donde había muchos camarones. Se puso a mirarlos para no aburrirse y se dio cuenta que hacían unos montoncitos de barro que parecían figuras. Entonces se puso a imitarlos, jugando con el barro. Después se entusiasmó y le resultó una ollita. Se la llevó a su casa y la secó a la orilla del fuego. Le gustó tanto que no paró más de trabajar el barro. Así nació la greda de Pilén”.

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